La flor del misterio

... y ahora comprendo más de la mitad de las canciones que escuchaba antes... me acabo de dar cuenta que he estado muy sordo, o mejor dicho que todavía no tenía oídos panorámicos, es la primera vez que uso esta expresión la cual me parece acertada para el momento que estoy viviendo.

Escuchar es un arte, desde hace años me lo decían y siempre con toda la razón del caso, pero cuando uno se adentra con el arte uno se puede dar cuenta que siempre se dice más cosas de las que parece, es un extraño, fantástico y divertido lenguaje que comunica más allá de un mensaje.

He vuelto a escuchar a Silvio, a aquel trovador que me comunicaba su música en el momento en que el amor era un gran misterio para mí... ¿era?... hoy lo escucho y el misterio incluso se ha vuelto más grande, el misterio en el arte es una flor que crece sola, alimentada por la nueva experiencia que el ser humano adquiere, es decir, las sensaciones producen un "boom" de nuevos canales de comunicación internos, de nuevos canales sinápticos, de nuevas señales nerviosas, de nuevas redes neuronales; las emociones me vibran en cada célula como si fueran terremotos, sin embargo se me hacen tan normales, yo les temía a esos movimientos porque me devastaban, ahora "misteriosamente" me gustan y hasta los espero con ansias; los sentimientos se hacen claros y hasta puedo decir que los puedo controlar (la ilusión del control que creemos que es real).

Sin embargo, estas sensaciones, emociones y sentimientos ya los tenía antes y no las podía entender... corrijo... no sabía siquiera que debía entenderlas, sólo estaban ahí revolviéndome las entrañas tratando de crecer como la flor del misterio.

Pero esta vez que ella ha crecido dentro de mí, puedo percibir que mientras crezco dejo cosas que parecieran que no debería vivir, sin embargo todo se debe vivir, todo se debe perseguir, nada de lo que se me cruza en el camino es trivial, los oídos panorámicos ahora escuchan más allá y en un lenguaje completamente nuevo, me doy vuelta para mirarme y los ecos de lo que debí escuchar antes regresan a mí a modo de un "te lo dije", pero no lo hacen apuntándome con el dedo, sino más bien en un "te lo volveré a decir más adelante, cuando estés preparado para comprender".

Es así que escucho esa que siempre llamé mi música y la vuelvo a comprender en una octava superior, ¡una!... no, unas diez posiblemente, tanto que se perdió el pentagrama en el cual mi vida se ha ido escribiendo. Mi Maestro me ha enseñado que se debe subir por las octavas, y este es un majestuoso ejemplo.

Anoche tuve un sueño, y anoche era verano, anoche estaba en la cima, anoche estaba en éxtasis, anoche duró cinco minutos, anoche escuché mi música y la amo nuevamente hoy... la escuché como un niño su canción de cuna y hoy la tarareo como un anciano su canción de viejos amores. Y el sueño que yo andaba puesto comenzó a soñar que él me soñaba.

Por fin estuve bajo la nieve, por fin me llovió nieve y adoro la sensación blanca, en cada cristal de hielo había un mensaje a modo de rompecabezas... ¡qué bueno que aprendí a armarlos!... eso ha ampliado mi tacto y mi visión también... sus fractales tan distintos me recuerdan que algo tan pequeño no es igual a otro... los seres humanos somos miles de fractales unidos... se hace obvio entender que cada una pueda ser un universo distinto lleno de planetas de sentimientos, asteroides de emociones y lunas de sensaciones.

Necesitaba contar que uno regresa a sus raíces, no me siento extranjero en ningún lugar, pero he comprendido que el nido es el lugar donde se puede abrevar el conocimiento inicial que por el transcurso de la vida se olvida o se pierde.

Este mensaje como metido en una botella de una guitarra ha recorrido el mar del tiempo y me ha vuelto a llegar desde mi niño interior para decirme que nada de lo vivido ha sido en vano, que cada instante ha valido la pena y que "every little thing is gonna be alright".

Otaner


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