Para vivir

Para vivir necesito varios rayos de Sol que abrigan las entrañas en contra de la frialdad del mundo, necesito la Luna que seca las lágrimas nocturnas y las convierte en un suspiro cada mañana, además de esa lluvia que por falta de caminar en mi ciudad no ha permitido sentir el frescor de sus gotas intimidantes.

Para vivir necesito de unas melodías y un sinfín de poesías, las melodías para darme ritmo y las poesías para darme sabor.

Necesito de árboles, ya no para subirme en ellos, sino para dejarme cobijar de su sombra y del agua que acaricia sus ramas.

También de fuertes ráfagas del viento que despeinan y moldean mis cabellos indicando la dirección correcta a seguir.

Para vivir necesito de una mirada, fija, intensa, rebelde y apasionada, necesito su luz y su brillo.

Necesito de la enseñanza certera y esperanzadora de las experiencias en las que salí victorioso, y de mis fracasos necesito su fortaleza de donde aprendí a aceptarlos y a vivirlos.

Para vivir necesito un techo de estrellas o aunque sea de cemento, todavía necesito un refugio. De una piel, -no importa su textura-, pero de una piel para besar. De un camino largo y sinuoso, no sólo para caminarlo sino para orientar mi norte.

Necesito de una fruta, de un pan, de un caramelo y de un picante, su sumo, sus migas, su dulce y su sensación.

Para vivir necesito de una inspiración que me encuentre trabajando, y que trabaje para inspirarme. Necesito del libro de los días, de mis días, para releerlo cada mañana.

De una caricia en la espalda, de un beso en la frente, de un todo estará bien.

De una cascada, de un mirador, de un camino de piedras, de una calle con hojas secas.

De un detalle, de un vaso de agua, de un espejo que me diga quién soy, de una fantasía, de un sueño y de un despertar.

Necesito soltarme de muchas ataduras y de sostenerme de más hombros, de la picardía de la sonrisa de un niño y del sabio consejo de un anciano tanto como del reojo cómplice de un amigo.

Necesito recostarme mirando al cielo, y perderme por un instante infinito de todo lo que me rodea, cerrar los ojos y verme a mí mismo, contemplar a aquel ser que es grandioso y pequeño, luminoso y de sombras, callado pero de muchas palabras escritas, en fin ver a aquel ser que soy yo y que ha aprendido a aceptarse como soy, y que todavía sigue aprendiendo porque todo cambia.

Para vivir necesito haber escrito este ramo de simples palabras. Que alguien las lea y luego suspire.

Otaner

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