Sucedió hace un segundo

A veces llega un momento en que todo se calla, pero no porque haya necesidad de silencio, es más bien un abandono, y me aterra profundamente. Busco entre las caras cotidianas para ver si ese supuesto silencio es temporal, y al no encontrar respuesta mi ansiedad crece como espuma. No sé por qué puedo sentir que hay un aprovechamiento de mis palabras, que cuando no tengo nada que decir el alejamiento se produce. Me entristece y hace que haya muchas preguntas alrededor.

¿Acaso me he enmarcado en un mundo muy objetivo, que sólo es regido por preguntas y respuestas? ¿Acaso cuando mis sentimientos afloran no pueden ser entendidos? ¿Ni siquiera por mí?

Es entonces cuando el piso realmente se me mueve, y me vuelvo un manojo de emociones. Busco en las entrelíneas de mi vida esos mensajes ocultos, algunos reales, otros inventados. Pero me quedo sin capacidad de comprenderlos. Dejo fluir, ¡y vaya que lo hago! Pero la razón me pide cuentas, y no sé qué responderle.

Las mujeres que adornan mi vida, y de las que a veces dependo, marchitan su mirada, y se alejan, como esperando que sean regadas, pero es que yo por hoy no tengo agua en mí. Es que me ilusiono y veo esa ilusión como mi tabla salvavidas, o como un faro dañado. Me encojo en espirales, algunas psicodélicas y fugaces, otras vestidas de rastros del pasado. Se siente un vacío un poco frío, y cuando hay calor, no se puede sentir su temperatura.

Las conexiones que la vida me ha entregado se desenchufan paulatinamente, no soy capaz de arreglar su corriente. Y aunque hago un esfuerzo para mantener su magnetismo, pareciera que están condenadas a desaparecer. Sigo en el camino, leyendo migajas de filosofía de los intelectuales inmediatistas. Creyendo a veces que sus refranes podrán calar en mí. Creyendo que eso va a dar algún sentido al instante que acaba de pasar. 

Mi corazón se despierta ante un nombre de mujer. Late y busca la frecuencia que lo atraiga a mi zona de influencia. Quimeras, no son más que quimeras. Dulces, esbeltas y húmedas, listas al amor, pero carentes de pasión. De esa esencia picante que tanto me gusta saborear. O talvez soy yo el de la carencia que no puede reconocer en ellas ese deleite que propone ir más allá de la piel.

Respiro hondo y profundo.

Y entiendo que los silencios son parte de la armonía musical de la vida. De la sana manera de no generar apegos. De la natural caída de las hojas del árbol de los hechos que llega al suelo para abonar los nuevos encuentros. La espuma de la ansiedad se convierte en miel, de suave viscosidad que la disfruto como el manjar que es. Las preguntas alrededor se responden solas y desaparecen como burbujas.

La razón es mi compañera cuestionadora, siempre cambia de preguntas con una suerte de efecto camaleónico, y replantea todo para que no me quede estancado por mis paradigmas. Entonces, la secuencia de pensamientos que lleva a las emociones y a los sentimientos me es clara, y por fin la fluidez se vuelve a dar naturalmente, casi sin decidirla.

Y he me aquí nuevamente al inicio de una nueva espiral.

Otaner

Foto: Anni Roenkae (Pixabay)

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