La sonrisa pícara


Con mi lonchera tomate sin dibujos ni calcomanías salía al recreo de jardín de infantes, dentro llevaba varias golosinas, ninguna tan importante como el paquete individual de galletas rellenas, las otras eran mías pero éstas estaban a punto de conocer a la dueña que las iba a saborear...

Una blusa blanca, un saco rojo amarrado por la cintura, y un cabello negro hecho cachitos recogidos con esas binchas de bolitas que parecían de cristal pasaban frente a mi con la sonrisa más dulce y tierna -que es posible que nunca vuelva a captar algo así- del pasillo, regresando a mirarme e invitándome a tomarla de la mano... María Fernanda, quien había robado mi corazón y unas cuantas risas de vergüenza también, era quien iba a portar mi dulce regalo en su recreo.

Bajamos las gradas, y mientras nadie nos viera era hermoso tomar su mano, pero cuando nos estaban viendo, sobre todo los niños, la audacia entró en acción y soltamos las manos cerca de mi espalda como si sólo estuviéramos agitando los brazos.

"Te traje galletas" le dije, y cuando me miró pensé recibir un "gracias", "que rico", "mis preferidas", cualquier palabra hubiera sido gratificante para mi en señal de corresponderme el presente que le traía y que me había robado de la alacena de la cocina de mi casa… lastimera sorpresa tuve cuando dijo "El Tito también me dio unas igualitas" y vi como guardaba el paquete en su lonchera rosada de Hello Kitty junto con otros dos paquetes similares, sin embargo el momento más hermoso de mis seis años estaba por comenzar cuando luego de sacar un jugo y cerrar su lonchera me dijo con sonrisa pícara "Las tuyas han de estar más ricas".

Otaner

Publicado en Recuerdos Tempranos

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