Olor

Por robarse un chocolate lo golpearon, se defendió por ser valiente, pero no pudo con el gordo y los varios mochilazos que le dio en la cara, le rompieron la nariz y le cerraron un ojo, tendido en el suelo el aliento y el aire no le salían ni le entraban, sólo el frío de las 7 de la mañana antes de entrar a clases era lo que circundaba su rostro junto al mismo frío con que los demás "compañeritos" lo dejaron botado con lágrimas de ira más que de dolor. Me vengaré pensó y se desmayó. Al despertar sentía sangre en su boca, Clarita la maestra lo llevaba a la enfermería de la escuela, no se había desmayado más de dos minutos, pero ese paréntesis de tiempo lo llevó a perder algo que nadie se imagina no tener: "su olfato", sus fosas nasales estaban cubiertas de sangre que se comenzaba a coagular, el tabique estaba roto y no podía sentir el oxígeno que cubría su rostro, decidió dormirse pensando para si mismo "me desmayaré o fingiré hacerlo y luego despertaré de verdad y estaré curado junto a mis padres que velarán cerca de mi cama de hospital, veré la luz blanca de mi habitación y el rostro de una enfermera bajo ella", sintió que lo recostaban y se durmió.

"En unos dos a tres días estará mejor, la radiografía no muestra nada de lo que podamos asustarnos, llévenle dulces de los que le gusten, ya le doy el certificado médico para los días de reposo", no era lo que pensaba escuchar sobre todo luego de la imagen que había preparado antes de dormirse, no estaba contento, él quería estar en un hospital y respirar aquel olor funesto de los hospitales, pero estaba en el mismo sitio, el doctor Cifuentes se fue dando un apretón de manos a su padre quien le dijo "Ya deberías aprender a defenderte o alejarte mismo de las malas compañías, no creo que los dulces te hagan bien, mejor cómete estas salchipapas que no alcancé a acabarme". Se incorporó pensando el olor grasoso y tibio de las papas con salsa de tomate dulce y la chirle mayonesa, pero no percibió nada, acercó la funda amarilla y no podía percibir nada, lo que tenía en las manos le parecían un tajo de plástico con varios colores, dejó caer el "paquete" al soporte para pies de la camilla y sintió asco, asco por pensar en comerse plástico y por pensar absurdamente que lo era.

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